Un corrupto lo es porque delinque, no porque lo diga un periódico, aún sea con titulares a cinco columnas||Dónde han quedado los derechos fundamentales al honor y a la propia imagen en este país, donde te pueden vilipendiar, te pueden insultar y te pueden llamar de todo menos guapo

La Fiscal Jefe de Asturias advirtió el otro día en la Junta General del Principado de la avalancha de denuncias que se están haciendo sin ningún fundamento y que no llegan a ningún sitio, muchas de ellas extravagantes, inspiradas en noticias de prensa presentadas por grupos que se dedican a denunciar sin base, sobre todo por intereses políticos.

Añadió la fiscal que los recursos con que cuenta son pocos y este tipo de denuncias obstruyen el trabajo ante la  verdadera corrupción que, desgraciadamente, es mucha.

Coincido con la fiscal en creer que en este desgraciado río revuelto de cieno y corrupción hay pescadores innobles que quieren sacar tajada política, e incluso personal. Eso explica que últimamente, algunas organizaciones y personas estén siendo cuestionadas y atacadas en su prestigio y honor injusta y miserablemente a través de noticias de prensa de nula credibilidad.

Pero un corrupto lo es porque delinque, no porque lo diga un periódico, aún sea con titulares a cinco columnas en primera página. Y tampoco lo es porque se haya puesto en marcha la bola de nieve de la falsa información.

Esta bola se forma cuando una mentira (generalmente deformación de los hechos) es publicada en un medio marginal o de segunda fila y a continuación alcanza a ser reflejada en otro medio mayor, y luego en otros medios… El círculo llega incluso a cerrarse, lo que sucede cuando el medio marginal acaba haciéndose eco de que su noticia ha sido publicada por los otros, como si ese mero hecho fuera la prueba irrefutable de la verdad.

En esta dinámica se identifican claramente, al menos, dos principios formulados por Goebbels, el de verosimilitud, al deformar las informaciones, y el de orquestación “si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Ambos son preceptos de naturaleza propagandística, es  decir político-ideológica, un terreno opuesto radicalmente al de la información, que se define por la objetividad y cuando no, al menos, por la honestidad.

Descrito este panorama, no cabe más que afrontar con serenidad y tranquilidad este tipo de situaciones, si es que uno resultase ser víctima de ellas, y no permitir que distraigan más de lo puramente necesario. Hay que plantarles cara con una buena estrategia de comunicación interna y externa y respuestas fundamentadas, claras, rápidas y contundentes.

Otro día, además, podríamos hablar acerca de dónde han quedado los derechos fundamentales al honor y a la propia imagen en este país, donde te pueden vilipendiar, te pueden insultar y te pueden llamar de todo menos guapo y aún así el juez se limitará a sentenciar que esto es lo lógico y habitual para quienes participan en la vida pública.

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