La vocación empresarial en Asturias no es muy diferente a la de otras comunidades autónomas industriales||Son tiempos de cambio. Tenemos que cambiar todos, no sólo los sindicatos, sino la sociedad entera. La UGT ya ha puesto en marcha su proceso||No hay mayor reconocimiento que los cuarenta y un mil afiliados a la organización en Asturias y los miles de trabajadores que nos votan en las elecciones sindicales

El pasado domingo 28 de diciembre, bajo el título de “La imprescindible reconversión sindical que Asturias tiene pendiente” dedicaba este periódico gran parte de su editorial a las organizaciones sindicales, con algunos párrafos claramente dirigidos a la Unión General de Trabajadores, aunque no la mencionase abiertamente.

Cada quien es libre de opinar y de defender una determinada perspectiva ideológica, pero cuando no están debidamente fundamentados los argumentos, las opiniones se pueden volver endebles.

Por empezar, no comparto en absoluto, y menos en una comunidad como Asturias en la que se han dado toda clase de facilidades durante lustros a las grandes empresas, que se asuma de modo tan simple eso de que “toda compañía es dueña de hacer lo que considere oportuno con sus bienes siempre que observe la legalidad vigente”. Porque ¿dónde quedan entonces otras obligaciones como la responsabilidad social y el compromiso territorial? El mercado no lo es todo, desde mi punto de vista.

Tampoco creo que se ajuste a la realidad la recurrente mención a la supuesta falta de vocación empresarial en Asturias y menos aún que, de haberla, ésta fuera producto del predominio de la gran empresa pública y de la fuerte implantación del movimiento obrero.

La vocación empresarial en Asturias no es muy diferente a la de otras comunidades autónomas industriales. Los casos de éxito se deben, en todos los lugares, a los méritos personales, pero no debemos olvidar el tirón en positivo que han ejercido las grandes empresas públicas sobre la industria auxiliar y los servicios.

A sus necesidades auxiliares y a su demanda de servicios avanzados y de vanguardia, se debe el desarrollo de una gran industria privada competitiva y de éxito. Zitrón, TSK, Duro Felguera, Daniel Alonso, etc., son hoy  ejemplo muy claro de ello. Por tanto, y sin entrar en más argumentos, que los hay, podríamos decir que Asturias se lo debe casi todo a las grandes empresas públicas, y, para bien, hoy nuestro PIB industrial está en el 20%, una tasa que es la aspiración de otras comunidades y territorios de la Unión Europea.

Y en todo ello ha tenido una relevancia digna de mención el movimiento sindical de las últimas décadas y la acción de dos organizaciones, por qué no decirlo, la Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras, que han sabido proponer, negociar, sensibilizar y movilizar a los trabajadores y a los ciudadanos. Y lo han hecho en colaboración con muchos sectores de la sociedad asturiana, como los medios de comunicación o la Universidad. Y también con el reconocimiento de pequeños y medianos empresarios que admiten sin complejos la positiva labor de estos dos sindicatos y particularmente de la Unión General de Trabajadores, incomprendida en muchas de las fases de las exhaustivas negociaciones en las que nuestra organización ha participado.

Es verdad que no todo han sido éxitos. También están los fracasos inevitables, no por dejadez o porque no hayamos tenido afán de lucha para defender lo de todos. El movimiento sindical ha hecho todo lo posible para evitar desmanes y expolios, deslocalizaciones y cierres y no siempre lo hemos conseguido.

Asegura el editorial que la región demanda sindicatos modernos capaces de defender eficazmente los intereses de los trabajadores, reivindicativos pero también constructivos. Me congratula esa definición porque así es exactamente la Unión General de Trabajadores, que si por algo se diferencia es por su talante constructivo y por su capacidad de reivindicación para avanzar en la mejora de las condiciones de vida y trabajo. La historia nos avala y está ahí para quien quiera comprobarlo.

De hecho, no hay mayor reconocimiento que los cuarenta y un mil afiliados a la organización en Asturias y los miles de trabajadores que nos votan en las elecciones sindicales. Pero hay que tener también en cuenta que los márgenes de una acción sindical responsable están limitados hoy por circunstancias como una cifra de parados que supera las 98.000 personas, unos niveles de pobreza impensables hace bien poco, empresas que quieren deslocalizarse a paraísos laborales o fiscales y organizaciones sociales y de caridad suplantando –y menos mal- el papel que correspondería al Estado atendiendo cuestiones básicas como comer a diario.

Tampoco parece del todo correcto hacer uso de hechos y casos puntuales, que pertenecen a la esfera de lo individual, para descalificar toda una trayectoria de compromiso y buen hacer de miles de personas comprometidas con el proyecto de la Unión General de Trabajadores.

De otro lado, no se debe caer en el error de elevar a la categoría general un hecho aislado y menor, como el que está siendo noticia estos días, con motivo de la huelga general de 2012 en Arcelor. Nuestros compañeros han sido objeto de una condena desproporcionada e injusta y no sólo eso: hemos de recordar que precisamente Arcelor es un ejemplo de sindicalismo comprometido y responsable, tanto, que se puede afirmar sin temor a equivocación que la participación de los sindicatos ha sido decisiva en la continuidad de la empresa en Asturias.

Son tiempos de cambio. Tenemos que cambiar todos, no sólo los sindicatos, sino la sociedad entera. La UGT ya ha puesto en marcha su proceso, adelantando el Congreso, propiciando una organización más flexible, más cercana a los centros de trabajo, fortaleciendo a los sectores para mejorar la acción sindical y adaptando el tamaño de las uniones de comunidades autónomas para los servicios y la representación institucional, con cambios de personas ya anunciados y otros que se llevarán a cabo en los próximos congresos.

Así, y asumiendo de antemano toda crítica por entenderla positiva para mejorar, cuando se demandan sindicatos modernos que defiendan eficazmente los intereses de los asalariados, sentimos en la Unión General de Trabajadores que eso es precisamente lo que estamos haciendo, empujados por nuestra propia voluntad y porque nos tenemos que adaptar a las nuevas formas de trabajo. Si es así, poco más que comentar. Porque si fuera de otro modo cabría interpretar que se está apostando, bien por un modelo de sindicato vertical o por un sindicalismo radical, ninguno de los cuales parece positivo ni recomendable para Asturias ni para España.

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